sábado, 4 de junio de 2011

Hijos de sol



 Hijos de sol en la piel a la hora del  café, una gota de miel  en el mantel  y de fondo  
un clásico de Héctor lavoe. Yo sonreía a tus hijos de sol, 
vos le hacías muecas a la florcilla de mi cabello… 
todo  fluía como tronco río abajo, hasta que dijiste vuelvo  a Alemania mañana… En  ese instante 
el  tren  de la impotencia  cuesta abajo y en lugar de la mínima esperanza  que lo detuviera, 
de  uno de sus vagones saltó una melancolía qué resecaba mis sístoles y mis diástoles.
  Esta semilla de una aventura a la hora del café germinó a punta de susurros en tus hijos de sol… 
pronto  pasó a ser la semilla del  adiós sembrada  entre pecho  y espalda, abonada con  la realidad 
de un avión que sale mañana. ¡Ojalá mañana no  seamos extraños! (Pensé por dentro.)
Al otro  día  los abrazos más tristes que jamás haya experimentado 
cualquier viajero cuando  el  reloj marca la hora de volver a casa;
 ¿y  como  no  iban a ser tristes?, sí en  tres días 
no quedó nada de qué hablar, nada qué besar, ni  de qué reír, 
¡nos dimos y nos enseñamos todo! 
entre eso la realidad de un  charco de agua   
que nos separa, la aventura del mejor abril  de todos qué se cerraba  en el momento 
qué con la derecha yo  decía adiós a tu  avión  y con  la izquierda escribía esta aventura de abril 
en uno de los jardines de este banco de adioses y hasta siempres mal llamado aeropuerto.

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